La huella oculta de la Transición que no aparece en los documentales. Por JM Prades

 

Introducción: el día que la Transición se volvió irreproducible

Hay un capítulo de la Transición española que no encontrarás en las series, en los documentales conmemorativos, ni en los especiales televisivos que celebran la llegada de la democracia.
No aparece en Anatomía de un instante, ni en las recreaciones del 23F, ni en los análisis de la legalización del PCE. Ni siquiera se menciona cuando se repasan los grandes hitos (algunos heroicos, otros traumáticos) del cambio político.

Es un episodio que incomoda por igual a nostálgicos del orden franquista, a defensores del relato oficial de la Transición "modélica", y a quienes estudian la represión policial del tardofranquismo.
Un suceso tan extraño que, si se mostrara en imágenes, rompería por completo la narrativa que se ha construido durante décadas.

Ese capítulo ocurrió el 17 de diciembre de 1976, y fue protagonizado por miembros uniformados de la Policía Armada y la Guardia Civil, que se manifestaron, en formación, en el corazón de Madrid. Un acto tan insólito que ninguna institución (ni del viejo régimen ni del nuevo) quiso que quedara memoria visual de él.

Sí: hubo una manifestación de policías y guardias civiles de uniforme durante la Transición.
Y casi medio siglo después, España sigue sin verla.

El contexto: un país que cambiaba más rápido que sus pilares

A finales de 1976, España vivía una apertura política acelerada:

  • Se había aprobado la Ley para la Reforma Política.

  • Se encaminaba la legalización de partidos antes prohibidos.

  • Había tensiones internas en el Ejército por la posible desmilitarización de cuerpos como la Guardia Civil.

  • Y el Gobierno de Adolfo Suárez sufría presiones simultáneas desde los militares inmovilistas hasta la oposición democrática y las calles movilizadas.

Pero había un actor silencioso y decisivo:
los cuerpos policiales del régimen, la Policía Armada (los "grises") y la Guardia Civil.
Organismos disciplinados, jerárquicos, sometidos a estructura militar… pero también agotados, sobrecargados y, por primera vez, políticamente inquietos.

El rumor que agitaba los cuarteles era claro:
la reforma podía cambiarlo todo, incluso su estatus, su jerarquía interna, su misión y sus privilegios.

La asamblea prohibida que terminó en marcha uniformada

La mañana del 17 de diciembre, entre 300 y 700 agentes (según fuentes) se concentraron en la Plaza de Oriente, en lo que describieron como una "asamblea corporativa".

Iban de uniforme.
Con casco, capote o tricornio.
Abiertamente, sin ocultar identidad ni grado.

La decisión de marchar hacia el Ministerio de la Gobernación (actual Interior) salió de allí.
El trayecto fue breve, disciplinado, silencioso.
No hubo pancartas: bastaba el uniforme.

No protestaban como ciudadanos:
protestaban como brazo armado del Estado.

El verdadero motivo: la Seguridad Social

El reclamo central que motivó la protesta fue la incorporación plena a la Seguridad Social, con derechos y prestaciones equiparables a otros trabajadores del Estado.

Policía Armada y Guardia Civil, cuerpos de naturaleza militar, vivían al margen de este sistema:

  • carecían de cobertura general,

  • dependían de sistemas internos rígidos,

  • tenían prestaciones menores que otros empleados públicos,

  • y se sentían marginados frente a los avances sociales que acompañaban la reforma política.

Por eso, dentro de los propios cuerpos, aquella jornada se recuerda como:

"la manifestación de la Seguridad Social".

Un reclamo laboral y administrativo moderado, pero expresado de manera colectiva y en uniforme, que lo convertía en un acto políticamente explosivo.

El mensaje: la fractura dentro del aparato de orden público

Más allá de la reivindicación laboral, el acto enviaba un mensaje claro:

"Podemos actuar como colectivo político dentro del Estado".

Para un Gobierno recién constituido, esto era alarmante:

  • Una fuerza policial/militar, con monopolio de la violencia, mostrando indisciplina en medio de la apertura política.

  • El precedente de acción colectiva podía contagiar a otros cuarteles y cuerpos.

  • La seguridad institucional se mostraba vulnerable.

Y eso, en un Estado todavía frágil, recién salido de 40 años de dictadura militarizada, era dinamita pura.

El silencio inmediato: una orden tácita de invisibilidad

El Gobierno reaccionó con cautela y pánico:

  • evitar imágenes,

  • minimizar la noticia,

  • no alimentar la sensación de indisciplina,

  • impedir que cundiera el ejemplo en cuarteles del Ejército.

La prensa, aún con fuertes inercias del franquismo, trató el asunto con extrema discreción.
Algunas cabeceras lo mencionaron brevemente; otras lo omitieron. No era un hecho cómodo para nadie.

A diferencia de manifestaciones obreras o estudiantiles, donde abundan las fotografías, no existe una galería pública de imágenes de esta marcha uniformada.
La ausencia es tan absoluta que resulta elocuente.

Es difícil creer que ningún periodista fotografiara la escena.
Es más plausible pensar que esas imágenes se archivaron, retuvieron o no se difundieron, porque mostraban exactamente lo que el Estado no podía permitir que se viera:

que sus propios agentes uniformados se manifestaban como un colectivo autónomo, cruzando la línea entre disciplina y presión política.

La Transición oficial: un relato sin uniformes insumisos

Este episodio nunca ha encajado en la narrativa más repetida:

  • El relato franquista lo ocultó porque mostraba fractura interna.

  • El relato reformista lo evitó porque dañaba la imagen de control y estabilidad.

  • El relato televisivo posterior lo ignoró porque complicaba el esquema "Ejército malo / Suárez héroe / sociedad civil pacífica".

  • La izquierda tampoco lo integró porque ponía rostro humano y organizado a cuerpos que habían sido represivos.

Simplemente no convenía a nadie.

Por eso no aparece en:

  • los documentales de aniversario,

  • los especiales del 20N,

  • las recreaciones del 23F,

  • ni en las series recientes sobre la Transición.

Eliminarlo simplifica el guion.

Una pregunta incómoda: ¿fue un antecedente temprano del clima que llevó al 23F?

Muchos historiadores coinciden en que .
Muestra que ya en 1976 existía malestar uniformado, miedo al cambio y sensación de pérdida de control.

El 23F es imposible de entender sin este clima previo.

Un cuerpo policial que se siente desorientado o amenazado es un actor imprevisible.
Y en 1976 ya había señales desatendidas, silenciadas o reprimidas de esa tensión.

Epílogo: lo que falta por ver

La ausencia de fotografías no significa que no existan.
Significa que no han sido liberadas.

Quizá duermen en archivos de agencias, en carpetas de ministerios o en álbumes privados.
Quizá aparezcan algún día.
O quizá no.

Pero el silencio persistente forma parte de la historia.

Porque la Transición española no fue sólo consenso, diálogo y modernidad.
También fue miedo, tensiones internas y episodios como éste: demasiado reveladores para mostrarse, demasiado significativos para olvidarse.

Y por eso, casi medio siglo después, este suceso sigue siendo la historia oculta de la Transición que no aparece en los documentales.


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