EL ROSTRO IMPENETRABLE


 En un rincón de un centro de instrucción, se encuentra una figura cuya identidad ha sido borrada, anulada en su totalidad. El tricornio que lleva en la cabeza, con su forma inconfundible y rígida, es más que un simple adorno militar; es un símbolo de autoridad, disciplina y sacrificio. Pero bajo ese tricornio no hay un rostro visible, solo una silueta vacía, una figura sin rasgos que identifiquen a la persona.

Esta persona sin rostro no es una entidad única; es una representación del colectivo, del guardia civil que ha cedido su individualidad al uniforme que porta. Su identidad personal se ha desvanecido entre las filas de otros como él, todos moldeados por las mismas reglas, las mismas órdenes, el mismo código de conducta. Es un ser despersonalizado, que se ha fundido con la maquinaria de un cuerpo militarizado, una pieza en un engranaje que no permite la disidencia ni la expresión individual.

La ausencia de rasgos en su rostro es un recordatorio inquietante del precio que se paga por pertenecer a este colectivo. La emoción personal, la duda, el miedo y la esperanza han sido suprimidos, sustituidos por un estoicismo rígido que no permite el lujo de la debilidad. Este rostro vacío refleja la deshumanización que a menudo acompaña a la vida bajo un estricto control jerárquico, donde la obediencia y la lealtad son valoradas por encima de todo, incluso de la propia humanidad.

El tricornio, mientras tanto, permanece inquebrantable, como una corona de hierro que exige respeto y temor a partes iguales. Es la única parte de la figura que tiene forma definida, representando la fuerza y la tradición de una institución centenaria. Pero también es una jaula, aprisionando la verdadera esencia de quien lo lleva, ocultando sus pensamientos, sus emociones y su historia personal.

Este relato de una persona sin rostro es una reflexión sobre la pérdida de la identidad en el contexto de un colectivo que, aunque poderoso, puede despojar a sus miembros de lo que los hace humanos. Es un recordatorio de que detrás de cada uniforme, de cada tricornio, existe una historia no contada, una vida que se ha sacrificado en nombre del deber, una individualidad que ha sido borrada para formar parte de algo más grande, pero también más impersonal.

Todo estaba escrito en su rostro, si no quise verlo era por el miedo a revelarlo. Pero esa es otra historia...


José Miguel Prades

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