El CONSERJE DEL CEMENTERIO


 

Cuanto acontece en este relato está basado en hechos reales, rigor, algunos recuerdos personales y testimonios familiares.

“La junta calificadora de aspirantes a destinos civiles del Ministerio de la Guerra, ha dejado sin efecto la adjudicación de una plaza de peón albañil del Ayuntamiento de la capital, hecha en el concurso de Octubre último, a favor del soldado licenciado Daniel Prades Hernando, nombrando para ocupar la misma con carácter definitivo, a Manuel Bou Solsona, también soldado licenciado, por acreditar este último méritos preferentes”. Esta noticia publicada en el Heraldo de Castellón (en aquel tiempo Diario decano y el de mayor circulación de la provincia), el viernes 23 de noviembre de 1928, es la primera referencia conocida en la que se menciona a mi bisabuelo Daniel Prades Hernando.

En noviembre de 1936 se convertiría en conserje del cementerio de Castellón hasta su jubilación, siendo sustituido en el cargo por su yerno Antonio Ripollés, casado con su hija Anitin. Originario de Lucena del Cid nació y se crió en el seno de una familia humilde de masoveros. Tuve la fortuna de conocerle en vida en mi niñez en visitas de tarde de domingo al cementerio donde vivía y que forman parte de mis recuerdos de infancia. Ya estaba jubilado pero seguía viviendo en la casa del cementerio, atendido por su hija. Le recuerdo sentado en su vieja silla de enea en el zaguán con su gorra de tela negra en la cabeza, era un hombre grande, espigado y delgado de pelo blanco, en mi  perspectiva infantil. Cruzando el zaguán accedíamos al interior del cementerio y jugábamos, él permanecía sentado en su silla y los mayores conversaban. Obligado a enfrentarse a una realidad histórica concreta, efectuó una propuesta bienintencionada, con humanidad y bondad. Acontecimientos que acreditan su personalidad. En junio de 1938 entran las tropas franquistas en Castellón, lo que conllevó represión sobre los vencidos. Los fusilamientos eran realizados en el rio Seco, unos pocos metros delante del cementerio, en una ocasión que no se les aplicó el tiro de gracia saltaron dos de la carretilla, siendo abatido a tiros uno y logrando escapar el otro. Existían un par de fosas comunes, una en el llamado cementerio civil y otra más al fondo en el cementerio católico. Los cuerpos eran trasladados al recinto del cementerio en una carretilla por operarios del cementerio, con instrucciones del conserje de que fuesen tratados con mesura, templanza y respeto.

 Cierto día recibió la visita de Ramón Serrano Suñer requiriendo para que le acompañase a visitar determinada sepultura y la mantuviese siempre en buen estado. Al término de su visita Serrano Suñer se despidió preguntándole si podía hacer algo por él, a lo que le respondió que el ayuntamiento le debía unos atrasos desde hace un tiempo. A los pocos días esa deuda fue saldada.

En plena represión del maquis, durante el conocido como trienio negro 1947-1949 por la aplicación de la ley de fugas, tiene lugar el 22 de abril de 1948 la masacre de Cap-i-Corb en el término municipal de Alcalá de Xivert. En un enfrentamiento en una masía pierden la vida tres guerrilleros y un comandante de la Guardia Civil. El masovero de regreso a casa es detenido y trasladado a la masía, dándose cuenta de lo ocurrido, interrogado y torturado para posteriormente ser muerto a tiros. Víctima mortal no guerrillera, sino supuesto colaborador o víctima de su pasado de izquierdas. Guerrilleros y masovero fueron enterrados en el cementerio de Castellón. Época en que la Guardia Civil vigilaba quien llevaba flores a su sepultura. Pasado un tiempo, en 1962, un día el conserje del cementerio informa a su viuda Domitila Marín de la posibilidad de que se pueda llevar los restos de su esposo, para enterrarlos en Alcalá de Xivert. Como así sucedió, tenía el fémur, el cúbito y radio roto, el cráneo hundido. Olivier Herrera García de nombre.

El conserje del cementerio vivió entre los muertos hasta que la parca se lo llevó. La vida es solo un préstamo de huesos.

Y de regreso al presente, el Gobierno de España tendrá que plantearse, entre otras, una reforma orientada a la reducción de mandos superiores en una Guardia Civil macrocéfala y mal estructurada. Las vicisitudes del siglo XXI no son las del pasado y sería un error volver a las señas de identidad de un pasado reciente que fueron el caciquismo, despotismo, la corrupción y la falta de libertades públicas.

 

José Miguel Prades Fabregat, miembro JDP AUGC Castellón y vocal GUCIPOL.

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