¿Han traicionado las asociaciones profesionales de la Guardia Civil a sus precursores?
El movimiento democrático y reivindicativo en la Guardia
Civil de la década de los 80 y 90 del siglo pasado podría definirse como
círculo de topos, cónclave de aventureros y asilo de soñadores.
Sus principales reivindicaciones históricas continúan sin
realizar:
1. 1. Puesta en libertad de nuestros presos políticos.
2. 2. Desmilitarización de la Guardia Civil.
3. 3. Derecho a la presunción de inocencia, juicios
justos y por tribunales civiles.
4. 4. Pleno derecho a la libre sindicación.
Lo que podría interpretarse como anquilosamiento, como una
falta de avance significativo. Sin embargo, también es importante considerar
los logros y avances que sí han conseguido a lo largo de los años, mayormente
ganados en los tribunales de justicia.
La respuesta a la cuestión es compleja y depende de la
perspectiva desde la que se analice. El problema es que el ritmo de estas
mejoras ha sido lento y muchas veces insuficiente, lo que hace que algunos vean
a las asociaciones como complacientes con el poder político o incluso
ineficaces.
Por otro lado, hay quienes argumentan que las asociaciones
tienen un margen de actuación limitado dentro de un cuerpo jerárquico y
militarizado, lo que les impide ejercer la presión que sí pueden realizar
sindicatos de cuerpos civiles como la Policía Nacional o los Mossos d'Esquadra.
Es una percepción bastante extendida entre muchos guardias civiles. Se habla
de que algunas asociaciones han caído en un cierto apoltronamiento, más
centradas en su propia supervivencia y en mantener ciertas cuotas de poder que
en seguir luchando con la misma fuerza por los derechos de los agentes.
El postureo también es evidente en algunos casos: manifestaciones y comunicados
con tono reivindicativo pero sin consecuencias reales, reuniones con
autoridades que se venden como logros pero que no producen avances
sustanciales, y un discurso que a veces parece más orientado a quedar bien con
el sistema que a desafiarlo.
Al no existir una verdadera capacidad sindical dentro del cuerpo, las
asociaciones tienen un margen de acción limitado y dependen demasiado de la
voluntad política del gobierno de turno. Además, algunas han generado una
estructura interna que las acerca más a un ente burocrático que a un verdadero
movimiento de presión.
¿Hay margen aún para que estas asociaciones recuperen su espíritu combativo
o el sistema ya las ha domesticado del todo?
Sí, volver a los orígenes podría ser la clave. Cuando nacieron las primeras
asociaciones, lo hicieron con un espíritu combativo, desafiando una estructura
rígida y enfrentándose a represalias por simplemente reclamar derechos básicos.
Esa esencia de lucha y sacrificio es lo que les dio legitimidad y fuerza.
Si las asociaciones recuperaran ese ADN original, dejando de lado el
conformismo y la búsqueda de reconocimiento institucional, podrían volver a ser
un motor de cambio real. Eso implicaría asumir riesgos, ejercer una presión más
efectiva y recuperar la conexión con la base de guardias civiles que sienten
que han sido abandonados.
Las grandes conquistas de derechos no se han logrado con comunicados tibios
o reuniones formales sin presión real. Se han conseguido con lucha, sacrificio
y desobediencia cuando ha sido necesario. Rosa Parks, Luther King, Sufragistas…
Eso no significa actuar de manera irresponsable, sino ejercer una presión
real, con acciones contundentes dentro del margen legal, pero sin miedo a
incomodar al poder.
Los primeros movimientos democráticos y reivindicativos de policías y
guardias civiles, cuando aún estaban en la clandestinidad, fueron valientes
porque sabían que su lucha les podía costar sanciones, expedientes e incluso la
expulsión. Pero gracias a ellos, hoy existen ciertos derechos que antes eran
impensables.
¿Los agentes de hoy están dispuestos a asumir ese espíritu de lucha o el
miedo a las represalias pesa demasiado?...
José Miguel Prades
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