GUARDIA CIVIL Y ARTÍCULO 104 DE LA CONSTITUCIÓN
El artículo
104 de la Constitución refleja el cambio de modelo policial en contraposición
con el modelo policial franquista, expresa la voluntad del constituyente de
terminar con un modelo militarizado de ejercicio del orden público.
Una
concepción de la policía como un mecanismo de defensa del poder contra el
pueblo no podía perpetuarse en un sistema constitucional democrático, y el
constituyente español estimó oportuno plasmar tal evolución en la Carta Magna.
Se entiende así que dedicara un artículo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
La
Constitución pone fin a la implicación de las Fuerzas Armadas en el
mantenimiento de orden público, creando las bases para una policía civil en consonancia con los
principios democráticos y profesionalizada. Manifiesta claramente la separación orgánica y funcional entre Fuerzas
Armadas y Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
Es evidente
que un orden constitucional democrático es incompatible con el uso de
procedimientos represivos ilícitos, 23F, GAL y Operación Columna –todavía por esclarecer- por ejemplo. Los hechos importan, la historia importa.
No hay duda alguna acerca de la
creación de la Guardia Civil como fuerza civil al servicio de la autoridad
civil, en la exposición de motivos del decreto fundacional de 28 de marzo de
1844 se lee que “ni el ejército ni la Milicia nacional desempeñan con la fe
necesaria el servicio enojoso de la policía” constatando “ser una necesidad,
porque ninguna de las fuerzas existentes puede llenar la falta de un cuerpo
civil”.
Dada la coyuntura
de la época, la presión de las máximas autoridades castrenses, se impuso el
espadón –personaje de elevada jerarquía en la milicia, y, por extensión, en
otras jerarquías sociales. Militar golpista-, acepción RAE, y con ello el
modelo inicial de la Guardia Civil quedó bien pronto desnaturalizado. Pocos
días después de que el general Narváez presida el Gobierno, un nuevo Decreto de
13 de mayo de 1844 dejaba irreconocible el Decreto fundacional.
La Guardia
Civil sigue siendo un reducto de la militarización del orden público imperante
en su fundación, lo cual manifiesta la debilidad del poder político de la
época, siendo así los militares quienes tutelen el Estado e incluso algunos
lleguen a ser presidentes de Gobierno.
La presencia
del lobby militar durante la transición española y su influencia en la
Constitución de 1978 fue un reflejo de los equilibrios necesarios en un momento
de transformación histórica. Aunque los militares no lograron imponer un modelo
continuista del franquismo, su influencia moderó el alcance de algunas reformas
como la desmilitarización de la Guardia Civil, garantizando que sus principales
preocupaciones -la unidad territorial y la seguridad del Estado- quedaran
reflejadas en el texto constitucional. Este proceso permitió una transición más
estable, aunque con tensiones que se manifestaron durante los primeros años de
democracia.
Del “todo
atado y bien atado” que pronunció el dictador en su discurso de Navidad de 1969
y tras su muerte, pasamos a la partitocracia, cuyas características principales
son:
Supremacía
de los partidos: Los partidos políticos monopolizan el poder y las decisiones,
relegando a un segundo plano las necesidades y demandas de los ciudadanos.
Control
interno: Las cúpulas de los partidos tienen un gran poder sobre los
representantes electos, lo que reduce su capacidad para actuar de manera
autónoma.
Debilitamiento
de la representación: Los representantes responden más a las directrices de sus
partidos que a los intereses de los ciudadanos.
Burocratización:
El sistema político se vuelve dependiente de los aparatos partidarios, con poco
espacio para la innovación o la renovación.
Desconexión
ciudadana: La participación popular se limita al voto periódico, sin opciones
reales de incidencia en las decisiones políticas fuera de este ámbito.
Mientras que
la democracia ideal busca el equilibrio entre la representación ciudadana y el
respeto a la pluralidad, la partitocracia representa una distorsión de ese
modelo, donde los partidos políticos adquieren un protagonismo
desproporcionado. Este fenómeno puede generar desafección ciudadana y alejar al
sistema político de sus principios democráticos. La clave para evitar la
partitocracia es fortalecer los mecanismos de control ciudadano, promover la
transparencia y garantizar que los partidos actúen como intermediarios, no como
monopolizadores del poder.
En pleno siglo XXI no existe razón
objetiva alguna que justifique naturaleza y carácter militar a la Guardia Civil
más allá de argumentos históricos y de
tradición, totalmente anacrónicos. Ni existía tampoco cuando el constituyente de 1978 dejó la
posibilidad abierta a la voluntad del legislador. Estaba la intimidación
militar. Así mientras la Policía Nacional fue desmilitarizada unos años más
tarde, la Guardia Civil sigue anclada en un pasado hermético que no se
corresponde con la sociedad actual y sus miembros privados de derechos. “La
democratización de España pasa por la desmilitarización incluso de la Guardia
Civil” –véase periódico YA del 7 de octubre de 1980- según la Unión Sindical de
Policías.
Una
democracia avanzada no se construye con palabras, se construye con hechos.
José Miguel
Prades
Comentarios
Publicar un comentario